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Magnolia, 'la mejor película norteamericana en 1999'

  • Foto del escritor: Nicolás Guasaquillo
    Nicolás Guasaquillo
  • 2 abr 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 7 abr 2019

Magnolia, escrita y dirigida por Paul Thomas; Estados Unidos, 1999. Drama aparentemente surrealista (no tan surreal como uno quisiera, aspecto punzante) que narra las vicisitudes de nueve personajes, más adelante conectados entre sí por sentimientos abyectos de desesperación, tristeza y locura.  


Estructurar una sinopsis sobre Magnolia no es tarea sencilla, menos es hacer una interpretación concisa acerca de la escenografía, hilo ambiguo ligeramente torpe. En su estado inicial, la película no demuestra un objetivo en específico, razón primera en desentendernos; sin embargo, formada la estructura cinematográfica, es la sátira existencialista quien nos devuelve el interés. 


Así pues, en un ritmo plenamente identificado, los actores son ahora reconocidos y sus aflicciones acogidas por el espectador; entonces Magnolia cobra sentido. No se trata de un grupo de títeres, desprolijos y conocedores interactuando en una misma línea conceptual, pero si de un compuesto temporal de varías líneas conceptuales en simultáneo; en otro sentido, cuerpos actuando en simultáneo con otros cuerpos, en una misma línea conceptual, que a su vez coexiste con otras líneas conceptuales, en las que también habitan otros cuerpos de mismo actuar. Otro tiempo, otro espacio; unidos por el movimiento. 


¿Qué es lo que hace a Magnolia tan especial?

En sus casi tres horas de extensión no hay espacio para la problemática clásica y superficial de la época, en cambio el film es guiado hacia el rostro desfigurado de la vida: la de los sentimientos reprimidos y afilados, que hablan desde el acto puro, desde el yo prisionero. 


Su fotografía, exquisita e inclasificable, acrecenta el vilo a medida que los diferentes hilos convergen por la misma fuerza de atracción. Destaca, en su arte, objetos inanimados pero de caracter invaluable para cada personaje y los distribuye de la manera más elemental, asignándoles también un rol interactivo.



En Magnolia todo cuenta y es mediante la unidad-artística que Paul Thomas pretende una asociación directa de nuestra realidad (incluso si la desconocemos) para con su película. El mensaje entonces es claro: nuestra realidad no es determinante ni sustancial, es una entre millones más que avanzan vertiginosamente hacia un punto de convergencia, identificado como provechoso. 


Tormenta de ranas



Como parte de un episodio natural y probable, ¿en qué películas hemos tenido el placer y/o la sorpresa de ver una lluvia de ranas? Seguramente en muy pocas. Magnolia integra para su fin un hecho que, dentro del alcance cientifico, es totalmente ficticio. Lo hace de la manera más sútil y artistica que jamás he visto, demostrando una vez más la indeterminación de nuestra realidad para con las otras. 


Es de admitir la rareza y la crudeza con la que las ranas llueven por toda la ciudad, pero lo cierto es que no hay otra manera de filmar una lluvia de ranas, más que con rareza y crudeza. Es chocante, por supuesto que lo es, oscurece un poco el ojo y despierta rechazo, aunque, luego de un par de ángulos y de geometrizar el símbolo, la pupila se permite dilatación. Alabado seas, Paul Thomas. 


¿Va a salir? Disculpe, el canal del clima anunció una leve llovizna de ranas para la tarde de hoy, ¿le gustaría llevar su protección contra ranas?

Banda sonora


(A consideración) la banda sonora no es propia de exaltar, aún así es justo lo que Magnolia necesita para explayarse. Mis preferencias en éste ámbito van más allá de una simple composición; son, como yo las llamaría, retrospecciones de ironía y mal gusto. No hay cabida entonces para objetar, el score rinde homenaje a Magnolia.


Actuaciones y conclusión


El drama es conducido por Tom Cruise, Julianne Moore, William H. Macy, John C. Reilly, Phillip Baker Hall y Phillip Seymour Hoffman, quienes destacan por su verosimilitud y, en efecto, darle una vida certera a un guión tan complejo como el de Thomas. Son actuaciones bellísimas, agazapantes en cada movimiento; de impacto inmejorable para el espectador.


En Magnolia se han juntado cuidadosamente todos los detalles para armar un puzzle que sólo hasta el último fotograma nos será revelado. Su historia es todo un viaje a través de un espejo que encuentra su reflejo en el acto sentido, no en el impuesto. ¿Qué tan dispuestos estamos entonces a realizar introspeccción? Sólo al interior de Magnolia lo descubriremos. 


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